Una ley para la libertad
El inicio de mi actividad política estuvo vinculado a la cultura. Me considero también una gestora cultural, por lo que el compromiso con el arte y la cultura es para mí un compromiso de vida.
Precisamente por eso, sabemos muy bien que el Ecuador necesita una ley de Cultura, pero una ley que responda a la naturaleza de nuestra diversidad integradora, que respete la libertad como un valor superior y que proponga reales incentivos para el sector de la cultura, el pensamiento y la creación, porque los objetivos de la cultura son los más altos, ya que representan el espacio del encuentro y de la creación colectiva de ese imaginario común que llamamos identidades.
La Ley de Cultura, por lo amplio y diverso del ámbito, exige necesariamente un tratamiento colectivo, y es por eso que, además de la Consulta Prelegislativa, desde la Asamblea Nacional hemos propiciado diálogos abiertos con el Ejecutivo, como ahora lo haremos con el flamante ministro Raúl Vallejo, así como también con los sectores de creación, promoción y gestión cultural, y con la Casa de la Cultura Ecuatoriana “Benjamín Carrión”.
Desde la Presidencia de la Asamblea impulsamos un análisis profundo para lograr una Ley que incorpore voces colectivas, que plantee una rectoría construida desde el consenso y que garantice la libertad creativa como principio inalienable.
Cuando advertimos que algunos artículos se referían a control de contenidos y de exhibición, algo incompatible con la Constitución y nuestra propia visión política, la Comisión de Educación, Ciencia y Tecnología aceptó de manera unánime el retiro de esos textos, que significaban un atentado a la libertad de creación.
Otros aspectos que hemos planteado como esenciales para su incorporación en la ley son: el desarrollo del libro y la literatura, los principios básicos de la interculturalidad, el fomento de todas las disciplinas artísticas, la potenciación del sector de audiovisuales y de cinematografía, la participación de los GAD, de los gestores y de la Casa de la Cultura, con su autonomía, su patrimonio histórico, político y cultural, que la han consolidado como un espacio de referencia intelectual, no solo nacional sino también regional.
Somos un pueblo sensible y creador. Fortalecer las culturas y sus espacios de producción es fundamental para el desarrollo de nuestra identidad diversa y para sustentar los procesos de crecimiento individual y colectivo que serán el sustento de una sociedad más libre, más justa y más democrática.