La Ley de Cultura es un punto de partida
Los más profundos cambios políticos y sociales son, en sí mismos, cambios culturales. En estos años con millones de manos hemos establecido un tejido social más equitativo y justo, con mayor respeto hacia las diversidades, con un claro concepto de lo que significa el bien común y la responsabilidad del Estado para fomentar el mejoramiento de calidad de vida de la gente.
La deuda que tenemos como país con nuestras propias culturas tiene raíces históricas y en este tiempo de cambios radicales constituye un deber por cumplir el tener una Ley Orgánica que nos permita contar con un Sistema Nacional de Cultura y un Sistema de Seguridad Social para las y los trabajadores de la cultura; y algo muy importante: un fomento permanente para las expresiones culturales y artísticas en todos los territorios.
Sabemos que en estos años atravesamos una coyuntura económica difícil debido a factores externos de la economía global, pero se prevén varios mecanismos para ampliar los espacios de difusión, de uso de infraestructura, para tener más presencia en los mercados nacionales y regionales, impulsar la actividad creativa y editorial, y también fondos semilla, así como fondos reembolsables.
En este período legislativo, asumimos el compromiso de cumplir con este mandato constituyente, a partir de un tratamiento colectivo, que es coherente con la política de puertas abiertas de la Asamblea Nacional que presido. Así, en estos meses hemos propiciado diálogos abiertos con el Ministerio de Cultura, la Casa de la Cultura Ecuatoriana Benjamín Carrión y diversos representantes del sector de la creación, la promoción y la gestión cultural, para lograr una Ley sustentada en acuerdos, entendiendo que la cultura es el ámbito superior que nos abarca y que sus temas no pueden agotarse con una normativa, porque sus horizontes son infinitos.
Los temas que desde la Presidencia de la Asamblea se han planteado se refieren a la libertad creativa; la transversalización de la interculturalidad; la inclusión del libro, el fomento a las actividades de lectura y escritura, así como la oralidad de nuestros pueblos; el respeto por los derechos de autor y los derechos colectivos; el reconocimiento del trabajo cultural y artístico como un sector productivo que aporta al desarrollo nacional, con plenos derechos laborales.
Trabajamos para que la hermosa, diversa y sonora voz de nuestras culturas se expresen sin límites en la danza, el teatro, el cine, la plástica, la literatura, las industrias culturales, en los espacios públicos, para nunca olvidar que somos pueblos antiguos y modernos; creadores, imaginativos y orgullosos del país que construimos.
En ese sentido, esta Ley no es una meta de llegada, sino de un punto de partida, para empezar un nuevo momento en la vida cultural del país.