Rumbo a 2017, sin perder el rumbo. ¡Por una nueva mayoría parlamentaria!
Nos acercamos a una coyuntura electoral en la que ecuatorianas y ecuatorianos vamos a decidir qué rumbo tomará nuestro país en los próximos años. Más allá de los eslóganes y las etiquetas, debemos señalar con precisión lo que está en juego.
Porque lo que hemos alcanzado en la última década es una conquista colectiva, una plataforma institucional, de derechos y de infraestructura a la que no debemos renunciar, para desde ella, seguir fortaleciendo la gran transformación del Ecuador hacia la equidad y la justicia social. Lo que hizo la Revolución Ciudadana no lo había hecho nadie. Incluso nuestros opositores reconocen -a veces en privado, otras veces públicamente- muchos de esos logros en materia de educación, salud, infraestructura…
La plataforma de estabilidad democrática que hemos alcanzado en esta década es una conquista que no podemos minimizar, y en la que la nueva Asamblea Nacional ha jugado un papel fundamental. Recordemos: en Ecuador el Congreso actuaba como escenario de componendas a espaldas de la ciudadanía con el fin de acorralar y condicionar al Poder Ejecutivo para, dado el caso, disponer la remoción de presidentes.
A la luz de la historia de nuestro país, que supo vivir una ingobernabilidad crónica, la disputa por la representación parlamentaria adquiere una importancia crucial.
Hay actores políticos que anhelan y trabajan para volver a ese escenario. Conscientes de su debilidad para la disputa del gobierno, entre otras cosas porque carecen de un proyecto de nación que vaya más allá de un anticorreísmo rabioso, buscan espacios en la Asamblea, para desde allí obstaculizar el plan de gobierno.
En este nuevo escenario que se abre, necesitamos asambleístas comprometidos con un proyecto de nación, con el trabajo legislativo, hombres y mujeres orgánicos y coherentes con los valores y principios por los cuales han sido elegidos, que honren la confianza de la ciudadanía.
En mi discurso con motivo del Informe a la Nación del Presidente, señalaba que debíamos ser radicalmente autocríticos, y hacía una reflexión acerca de dos males que debíamos combatir: corrupción y oportunismo. Los oportunistas que van de un lado al otro según sus conveniencias, deben ser rechazados. ¡Y los corruptos deben ser rechazados, juzgados y condenados! Los que se sirven a sí mismos del poder no pueden tener cabida en un proyecto de transformación que trabaja para el bien común.
Por eso he defendido la necesidad del Pacto Ético, porque nadie que desvíe recursos a paraísos fiscales -esos agujeros negros donde han escondido lo que nos han robado-, que huya de sus obligaciones más elementales, puede tener la solvencia moral para ser candidato y representar a los ecuatorianos honestos y trabajadores, que sí se la juegan por su país. Este debería ser un compromiso, no sólo de nuestro espacio, sino de todo el arco político.
Es hora de renovar nuestro compromiso por un país solidario, nuestro compromiso ético y político con el proyecto revolucionario conducido por nuestro compañero Rafael Correa. Por eso vamos a construir una nueva mayoría parlamentaria para las grandes mayorías. Vamos, con Lenín Moreno y Jorge Glas, rumbo a 2017, sin perder el rumbo, ¡para seguir haciendo patria para todos!