A 93 años del 15 de noviembre de 1922
Con respeto y admiración recordamos cada 15 de noviembre a los trabajadores que en 1922 fueron asesinados y arrojados al río Guayas, por el “delito” de exigir sus derechos.
La historia se construye a partir de la memoria colectiva, del amor colectivo también, porque el pueblo de Guayaquil acude puntual cada año para depositar ofrendas florales en la Ría en recuerdo de los caídos, para no olvidar a los que se sacrificaron por nosotros y mantener viva nuestra memoria, como bellamente relata Joaquín Gallegos Lara en su novela “Cruces Sobre el Agua”.
Hace 93 años, más de 15.000 trabajadores salieron a las calles de Guayaquil pidiendo salarios justos, condiciones dignas y humanas de trabajo, ante las condiciones casi esclavistas que imperaban en los tiempos de los “gran cacao”. Y la respuesta de la oligarquía y su presidente servil José Luis Tamayo fue abrir fuego contra la muchedumbre desarmada.
Miles de familias tuvieron que soportar el dolor, el luto, y el silencio oficial que se impuso, con la impunidad del poder de las grandes oligarquías.
Los grupos económicos que gobernaron por tantos años buscaron ocultar o tergiversar la historia y la memoria, pero no lo lograron. No los vamos a olvidar jamás, van a ser ejemplo de lucha para la defensa de los derechos de todas y todos, símbolo de un pueblo que no olvida a sus mártires, ni a sus asesinos.
Recordamos no solo sus muertes, sino sobre todo su lucha, los altos ideales de la Sociedad Cosmopolita de Cacahueros “Tomás Briones”, que declaraba en su manifiesto de 1922:
“Queremos abolir radicalmente el dominio y la explotación del hombre por el hombre; queremos que los hombres, hermanados por una solidaridad consciente y decidida cooperen todos voluntariamente en el bienestar de todos; queremos que la sociedad humana se constituya con el fin de suministrar a todos los seres humanos los medios de alcanzar el máximo bienestar posible tanto moral como material; queremos para todos: pan, libertad, amor y ciencia”.
Esos son los principios revolucionarios por los que fueron asesinados.
No es la única matanza que hemos tenido. En 1977, por expresar demandas de trabajo justo y decente, los trabajadores del Ingenio “Aztra” fueron asesinados bajo órdenes del mismo poder económico y político, manejado entonces por una Junta Militar. En la Asamblea Nacional reconocimos los derechos vulnerados de esos trabajadores, con la declaración del Día de la Dignidad del Trabajador Azucarero, cada 18 de octubre.
La conquista de derechos ha sido una lucha colectiva, forjada con muchos sacrificios, y debemos recordar a aquellos que dieron su vida para forjar los sueños colectivos y defender los derechos que hoy son una realidad.
Nos enfrentamos a grandes poderes que valoran al capital muy por encima de los seres humanos, y estas muertes no figuran como pérdidas en sus libros contables ni en sus corazones.
Un saludo a los compañeros de lucha sacrificados ese día, con su ejemplo seguimos caminando hacia la utopía.